lunes, 2 de abril de 2012

                 Recuerdos...


- Ah, recuerdo aquella vez que…

Era una fría noche… ¡Y además húmeda!
Mis amigos y yo caminábamos torpemente por las calles de Valencia, tendríamos poco más de 20 años. Paseábamos ebrios casi ciegos a altas horas de la madrugada, el alcohol nos separaba cada vez más de la tierra que pisábamos y nuestra conducta empezaba a ser muy desagradable. Iba con mi hermano pequeño, con un viejo amigo del bachiller llamado Antonio, que por cierto lo hice en el Luis Vives y con Tasio un amigo del cole al que le daba lo mismo que los médicos le dijeran que el alcohol no era bueno para lo de el apendicitis, que lo había padecido tres veces, la primera a los once años. Estábamos de fiesta porque Biete acababa de cumplir los dieciocho.
- Realmente a nosotros nos daba igual el motivo por el cual estábamos allí, con una botella de cerveza cada uno, medio cayéndonos, cantando, despertando a los vecinos, armando bulla por allí por donde pasáramos… Felices.




El caso es que nos encontramos con unos malotes que nos sacaron la navaja y nos dijeron:
- ¡O soltáis la pasta y todo lo que tengáis o os rajamos…!
- ¿En serio? Pues que mayor…- contestó Tasio bajo los efectos del alcohol.
Ellos se limitaron a observarnos con aires de superioridad y uno no pudo resistirse.
- ¿Qué?- pudo decir Tasio antes de que la navaja atravesara su carne dejándole una herida en el estómago con muy mal aspecto de por vida que ahora se confunde con sus tres rajas de el apéndice. Tasio cayó al suelo de rodillas, se retorció y chilló de dolor; pero nadie nos oía. Estábamos en un sitio abierto que no veía con claridad, creí que en un parque. Al fin cayó, ahora tumbado, inconsciente.
Uno ya alzaba en alto otro cuchillo pero yo grité:
- ¡No…! Os daremos el dinero.
Antonio me miró, interrogante.
- Vamos, ya les has oído, saca la pasta Antonio.
- Pero si… ¡Gabi…!
Me giré justo a tiempo para ver una navaja que se hendía en mi vientre. Tenéis que tener en cuenta que estaba borracho y a penas era consciente de lo que sucedía. Pero ahora menos, con el dolor, el alcohol en mi cabeza y un terror inigualable, me golpearon en la nuca y me robaron todo lo que pudieron, después, perdí el sentido.



4 horas después desperté en el hospital.
- Es un milagro que te hayas salvado…- era una voz femenina, fui abriendo los ojos lentamente. Fue entonces cuando me contaron todo lo que había pasado y que la policía llegó justo a tiempo. Antonio, que era buen luchador, había ayudado a detenerlos y Biete había pegado un par de puñetazos a uno de ellos (Por razones personales que ni yo sé). Y Tasio estaba en la otra cama de la habitación, hizo un gesto y dijo:
- Mamá…
Fue entonces cuando me di cuenta de que Inma había ayudado operarnos.
- Gracias…- le dije con una inclinación de cabeza-… a Diós…- terminé con un susurro. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario